Descripción
El libro
Se ha querido hacer un libro que sugiriera al lector el acontecimiento histórico descrito en la obra: los difíciles comienzos de la imprenta. El resultado ofrece un libro elemental, sencillo y de cómodo manejo gracias los cuadernillos interiores, que por separarse individualmente favorecen el acto de la lectura. Leer los cuadernillos de forma individual era una idea que merecía probarse, pues anticipaba la indiscutible ventaja de aliviar el esfuerzo del lector, que a veces se ve obligado a mantener el libro en sus manos. Para conseguir estos cuadernillos individuales, las páginas se han cosido a mano formando un lazo exterior de adorno.
«La letra de plomo» reclama al lector una responsabilidad inusual en otras ofertas editoriales: al lector se le solicita mantener el orden de su propio libro, con una atención que nunca es precisa para con las ediciones convencionales.
El autor
Anónimo
Entre las incógnitas que rodean la autoría de «La letra de plomo», la más seria de ellas concierne a la marca de impresor con que aparece timbrada la primera edición de la obra. Impresa hacia 1950, «La letra de plomo» se publicó sin que figuraran en página alguna el lugar de edición, la fecha y el autor, extraña circunstancia debida, según reza en el colofón, al olvido del impresor. Hay razones para entender que este supuesto olvido es figurado y que impresor, editor y autor coincidían en una sola persona. Sólo así se explica la aparición de la citada marca en la edición indocumentada de la «Letra de plomo», marca que ya fue utilizada como firma gráfica en ciertas obras publicadas por diferentes impresores a lo largo de cinco siglos. Esta pervivencia de la marca ayudaría a la pretensión del autor de confundir en una única identidad la suya propia y la del personaje que narra su obra, un impresor de libros que argumenta haber vivido desde los tiempos de la invención de la imprenta. La marca, un fuelle de fundidor circundado por la leyenda «Miserum est opus», aparece por primera vez en la edición de 1554 de las «Advertencias al Concilio de Toledo» de Juan de Ávila, impresa por el alemán Johannes Turm (Juan de la Torre). Vuelve a verse esa misma marca en 1686, sobre una edición publicada en Amberes del «Atlas Republicae», obra debida al impresor Aegidius Verbist. En breve tiempo la marca se registra dos veces más: bajo el colofón que el veneciano Antonio Ghedini prepara para el «Dialoghi d’amore» de Leon Hebreo, en cuya portada se apunta la fecha de 1715, y en «La conquista del Perú», obra de Esteban de Sedano, fechada en 1786 y debida al impresor Isaac Díaz de Beralde.
El diseño
Marco Valdueza
En «Guardarte Valdueza», Marco representa la cuarta generación de una larga familia de encuadernadores cuyos inicios se remontan a finales del siglo XIX. Los trabajos actuales de este ilustre taller salmantino de artesanos encuadernadores se guardan en numerosas universidades, archivos, museos, bibliotecas e instituciones públicas. Recientemente, Marco Valdueza ha recuperado antiguas prácticas de encuadernación, como el dorado de bordes o el tintado de guardas «a la tierra», recursos de un oficio que día a día recupera el esplendor de siglos pasados.
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